martes, 26 de agosto de 2008

Flamenco vida


José Vicente Resino nace en Madrid el 7 de Marzo 1955.
Transcurre su infancia entre los barrios de Orcasitas y Pan
Bendito, y su adolescencia y juventud en Caño Roto, barrios
tradicionalmente habitados por un gran número de gitanos.
Aunque vivió muy cerca nunca se relacionó con ellos, todavía
recuerda lo que su madre le repetía: “no te acerques
a los gitanos”.


Resino deja España a la edad de 19 años y decide ver la
vida desde otros horizontes. Recala en Inglaterra donde vivirá
año y medio, y es allí dónde compra su primera cámara y descubre
que lo que desea en la vida es ser Fotógrafo. Comienza
entonces una serie de viajes por media Europa: Estocolmo
entre otras ciudades, donde todo le va llevando por casualidades
hasta los Estados Unidos. Aquí permanece durante
medio año entre Massachussets y Los Angeles, entonces ya
cerca de México por el año 74 y ante negativa del Consulado
Mexicano de concederle el visado (relaciones diplomáticas
rotas con España), Resino, al revés de los mejicanos que entraban
en Estados Unidos, decide entrar como “mojado” a
México donde toda su trayectoria artística y personal experimenta
un intenso cambio.

En Latinoamérica vivirá 14 años: 12 en Méjico y 2 en
Guatemala. En México conoce a la que hasta hoy es su esposa,
y en Guatemala nace su hijo en la comunidad indígena
de Santiago Atitlán donde Resino pasa dos años registrando
los diferentes aspectos de la cultura de este pueblo. Por la
situación política en este tiempo (1980) y un hijo recién
nacido decide abandonar Santiago Atitlán con mucho dolor,
pues dejaba a una población con la que había compartido
experiencias maravillosas. Fascinado por las culturas indígenas,
regresa a México y se establece con su familia en San
Cristóbal de las Casas, en el Estado de Chiapas, donde el
Instituto Nacional Indigenista le encarga un registror fotográfico
sobre la vida y costumbres de las comunidades indígenas
del estado. !Justo lo que el más deseaba¡ Una experiencia inolvidable
que le lleva cinco años.
Motivado porque su hijo con nueve años conociera el
lugar donde su padre había nacido y por dar a conocer su trabajo,
en 1989 se trasladan a Madrid ciudad en la que su mujer
y su hijo se encuentran encantados. Se instalan en la casa de
su juventud en el barrio de Caño Roto, y es entonces cuando
Resino decide tomar contacto con el pueblo gitano.

Mirando por su ventana las chabolas dispuestas como en
los poblados que él bien conocía en América, se da cuenta
que vive delante de una gente de la cual nada sabe, pero que
le encantaría saber, y decide coger su cámara y presentarse
en las chabolas a exponerles este sentir. En contra de todo lo
imaginado los gitanos le acogen desde el primer momento
en sus casas, le invitan a pasar a la chabola y tomar café.
Resino quedó directamente enganchado a este sentir gitano,
y rápidamente pensó en el flamenco. En México había escuchado
por primera vez a Camarón y quedo prendado de
la forma en la que este gran artista expresaba un arte al que
él nunca había prestado atención. Caño Roto es conocido
por haber dado al mundo del flamenco varios artistas flamencos,
sobre todo grandes guitarristas.


Resino comprende escuchando al cantaor de La Isla que
existe una vida dentro del flamenco, un sentir profundo y
único que le empuja a frecuentar los teatros, tablaos y bares
madrileños buscando esa esencia flamenca. Pero esta vez sí
encontró dificultades, los artistas le ofrecían su arte pero
fuera de ello su vida seguía siendo privada. Acude en 1994
a la Bienal de Flamenco de Sevilla y lo intenta de nuevo en
teatros, tablaos y camerinos dónde es invitado a la Fiesta
de la Bulería de Jerez y es entonces en el Sur donde por fin
encontró “esa gente” que buscaba, esos artistas grandes que
se sientan contigo a charlar, y que te dejan formar parte de
algo tan único como es el flamenco, y donde no hay mas que
verdadero arte sin pretensiones.
Entre 1994 y 1998 trabajaba en Madrid con un solo fin
en su cabeza, conseguir dinero para regresar al Sur, donde
ya había hecho grandes amigos en Triana, Lebrija y el Barrio
de Santiago y San Miguel en Jerez.
No era fácil y se presentaron las dificultades económicas que
sufrió para seguir a estos flamencos por media Andalucía.
“los flamencos siempre me ayudaron, no solo fui
bien recibido y tratado como uno mas (sin dejar de
ser un gachó) sino que ellos sabían que lo que determinaba
el tiempo que iba a estar con ellos dependía
de lo que me durara el dinero, y en contra de lo que
tradicionalmente se piensa de los flamencos, ellos
me lo hicieron todo mas fácil y me ayudaban para
que el dinero me durara lo mas posible

De esta forma Resino consiguió realizar este trabajo permitido,
en el que ninguna de las imágenes fueron tomadas
sin el consentimiento por parte de los flamencos.
El respeto y la admiración se reflejan en éstas imágenes
que han sido muy cuidadas por su autor y las cuales ha
sacado del “baúl”. Resino tiene una trayectoria profesional
de casi 30 años y por supuesto tiene currículum profesional,
pero esto de los currículums no le va mucho, por eso no
lo cuenta. Aunque una cosa si quiere dejar clara y es que
aún cuando ha convivido con los pueblos indígena y gitano
nunca ha intentando ser un indígena o un gitano, sino un
tipo curioso e inquieto con ganas de compartir experiencias
con estas culturas y, por su puesto dejar un documento gráfico
de ellas.
Resino ante todo quiere reflejar las personas que viven
por y para el flamenco:
“A ellos dedico mi trabajo porque sin ellos nunca
habría sido posible”
Los flamencos son los grandes protagonistas de
“Flamenco Vida” por encima de la fotografía y del artista.
Resino quiere agradecer al pueblo gitano y flamenco
todo lo que le han dado (incluidas “las fatigas”) y desea
dedicar a ellos estas preciosas imágenes llenas de sentimiento,
deseándole una larga vida al flamenco y a todos aquellos
que dedican su vida a un arte tan único y tan nuestro, tan
genial y tan genuino.
Como dijo Camarón:
“En el flamenco no hay escuelas, solo hay dos cosas:
trasmitir o no trasmitir”
La obra de Resino es un pilar fundamental dentro de
la fotografía flamenca que no podía faltar en esta primera
edición del MFF. Nos enseña mediante sus imágenes la sencillez,
lealtad y respeto que este mundo le despierta. La colección
expuesta es una experiencia propia sin pretensiones, un
homenaje al flamenco y a los flamencos.



Isabel Rollán
Historiadora de Arte

(texto de catalogo para la exposicion flamenco vida)