"Core´ngrato"
Isabel Rollan
Han pasado exactamente 43 años desde que aquella fantástica Sofía Loren de los 60 se desnudara frente a un guapísimo Mastrogiani en la película de Vittorio de Sica, Ayer, hoy y mañana, ¿alguien lo ha olvidado? Un Streptease casi tan famoso como el de la bella Gilda, y quizás sea uno de los momentos mas importantes del cine italiano, como la Loren en aquellos tiempos, se convierte en un ideal de belleza no solo en Italia, no solo en Europa, sino en todo el mundo, porque hasta entonces, hasta que el cine italiano no se consagra como uno de los grandes( y esto sucede antes del desnudo de la Loren) el canon de belleza era bastante diverso, comparemos a Marilyn Monroe y Sofía Loren; ¿Qué obtenemos? Una rubia, guapa y tonta frente a una morena racial fuerte e inteligente.
Y quizás sea esta una de las grande aportaciones del cine italiano al cien no solo Estadounidense, pero si es en este, donde mas fuerte hace mella el modelo de mujer mediterránea.
En los neutros años 50 la invasión de la carne en el cine se hizo notar fuertemente, quizás por la escasez de la misma en las décadas anteriores, sobre todo en ese llamado Neorrealismo. Triunfa sobre todo ese tipo de “Maggiorate” que impone en el mundo la leyenda italiana estupenda.
La Leyenda Italiana.
Desde luego, nadie puede negar el titulo de señoras incondicionales de la filmografía italiana a Sofia Loren, Silvana Mangano o Gina Lollobrigida, para citar a alas tres famosas. Ademas de muchas otras como: Silvana Pampini, Yvone Sanson, Giana Maria Canale, Giovanna Ralli y un largo etcétera.
Todos los gustos aparecen representados, y sobre todo bustos exuberantes, casi comparables a las soberbias matronas de Rubens.
Y algunos años después, Fellini aprovecharía el arquetipo exagerándolo todavía más en algunas de sus fantasías más delirantes (en Amacord y ocho y medio)
No es casual que el mismo director bautizase con un sonoro superlativo - Anitonia- a una de sus musas preferidas: Anita Eckberg. Con ella, el hielo sueco se derritió en la hoguera que incendiaran años antes las “maggiorate” italianas.
Pero los casos señalados dan ya en los años 60 y dentro de las obsesiones de un autor concreto. En cambio, el triunfo de las primeras “maggiorate” se produce en un cine eminentemente popular, sin pretensiones y, en alguna ocasión, incluso mediocre. Es la etapa anterior (El neorrealismo crítico) y muy a menudo, denostada por las minorías. No importa. Desde sus vehículos populacheros, gritones, tributarios de una gestualidad tan desmesurada como su físico, las “maggiorate” ganaron fácilmente el corazón del pueblo.
Nunca se les exigió que fueran grandes actrices, aunque alguna como la Loren, se empeñó en demostrar que lo era. Era bastante que estas señoras mostraran en las comedias costumbristas, frescura y espontaneidad y desgarro para el melodrama. Como fue el caso de Yvone Sanson, reina de las historias lacrimógenas.
Faltas de una tradición dramática acredita, las macizas se limitaron a recoger una herencia cercana, que ya había demostrado con creces su eficacia sobre el público; La Anna Magnani. Ella había llevado al cine, ya dramático, ya cómico, el genio incomparable de las calles de Roma. Otras ciudades pusieron tener su representación y, para conseguirlo, impusieron una forma completamente ajena al todo poderoso Glamour de Hollywood.
El secreto de las “Magioratte”
Triunfaron una serie de chicas jóvenes que resultaban muy cercanas a muchos y muy lejanos a otros, chicas del vecindario, explosivas y preciosas; dentro de las ruinas del neorrealismo triunfo lo sexy de lo cotidiano y el sex-appeal de lo local, lo conocido, y si le añadimos el cultivo intencionado de las variantes dialectales de toda Italia, comprendemos esto que ocurrió en el país con forma de bota.
Es incalculable pensar cuanta paginas se escribieron a cerca de estas diosas del cine italiano. Todas sus biografías fueron debidamente desfiguradas, hasta el punto de esconder un pasado muy poco “académico”.
Casi todas las “maggiorate” empezaron por dos experiencias muy concretas y bien definitorias ambas de la educación sentimental de la Italia de aquellos años de posguerra; la Fotonovela y los concursos de belleza.
Aquí nos encontramos en el polo opuesto de la mitificación de Hollywood, al igual que España, Italia salida de la guerra se encontró literalmente cometida a un nuevo ataque: El de las películas americanas que el bloqueo había impedido estrenar durante algunos años. Los grandes nombres de Hollywood en modelos a imitar.
En una novela tan innegablemente neorrealista como fue “le ragazze di San Frediando” de Prastolini, los dos pillos de aquel barrio Florentino se apodan Bob y Tyrone, por su parecido a Robert Taylor y Tyrone Power, respectivamente.
Y también en una de las escenas más célebres de “El ladrón de bicicletas” el protagonista está pegando un enorme cartel publicitario de “Gilda” cuando le roban su preciado vehículo. Aunque estos no son los únicos casos en que los autores italianos utilizan tales fetiches como mitificación de su propia historia. Y no es tampoco la única nostalgia del “american way of life” que nos trasmite el neorrealismo.
En los sueños de sus protagonistas femeninas descubrimos a menudo el impacto que la americanización causaría en una posguerra mas bien tétrica, una posguerra que encuentra su reflejo en los aspavientos de la impar Ave Ninchi, obesa madre de familia que va revelando su tremenda humanidad mientras llena de “pasta asciuta” los platos de su numerosa y gritona prole. La formula, por tanto, prospera y llega a tener incluso imitadores yanquis, pero, la potente industria de Hollywood, al intentar disculpar sus oropeles con un realismo poco real, solo tomo las apariencias superficiales de un cierto neorrealismo mal aprendido.
La Fotonovela.
El consumo Italiano también estaba marcado por aquella versión subdesarrollada del romanticismo yanqui que fueron las Fotonovelas.
El triunfo de la imagen, en una Italia empobrecida, adquiere máximo grado de canalización en aquel medio, fuente de lo “kitsch” mas acreditado y bello, que iba creando en el público lector una habitualidad y una complicidad tan poderosas como las del cine. Era lógico que los rostros que destacaban en aquellos subproductos se convirtieran rápidamente en un objeto de mitificación.
Sin embargo, fue un fenómeno casi exclusivo de la sociedad italiana. De hecho, en España ocurrió a la inversa; actores de fotonovela no fueron solicitados, antes bien, rechazados, cuándo se decidieran a emprender una carrera teatral o cinematográfica minimamente seria.
Hoy día el titulo de miss no implica la seguridad de un contrato cinematográfico, tal vez si uno televisivo, pero en los últimos años 40, el concurso de belleza podía ser, como la fotonovela, el trampolín de lanzamiento para cualquier jovencita que pudiera presumir de buen palmito. Esto fomenta el cine y el exhibicionismo físico.
El Estilo de la “maggiorate”
El estilo tiene mucho que ver con el barroco, pero falta el grado de ficción necesario para que esta pueda llegar a realizarse como hacia Hollywood una Mae West.
En este aspecto la Maggiorate Italiana peca de pretender en todo momento un contacto con la realidad, contacto que he perdido de antemano al elegirse un objeto erótico superior.
La falsa complicidad que de todo ello se deriva es tanto mas curiosa cuando se piensa en las diferencias físicas, que van de la Sofia Loren en “La Pizzaiola” a Gina Lollobrigida en “Bersagliera”, se establecen no solo aquellas diferencias radicales que las distinguen a las dos, sino que se hacen extensibles a todas las divas Italianas de los años cincuenta de modo que el termino maggiorate índice a equivoco cuando se aplica a Giovanna Ralli de “ cuentos de Roma” y al mismo tiempo, a la maravillosa pero inclasificable Lucia Bosé en “Roma ora undeci”
Para concluir, habría que decir que las Maggiorate necesitan la opulencia, y las numerosas variantes del mismo, no fue solo un medio que utilizaron algunas para consagrarse con la mayor rapidez posible.
El movimiento fue bautizado en bloque por imperativos más bien comercial eso de inspiración popular. Fue la sustitulación italiana del concepto americano “super- stud” o del Español “jamona”. Perolas señoras tan dispares como Gina, Sofia, Gianna, Maria Canale, Yvone Sanson, o en las nuevas promociones, Claudia Cardinal, Rossana Schiaffino, Graziella Granata… hacen pensar que la exigencia primordial de la maggiorate fue caracterológica antes que física.
El atractivo y cierto erotismo explosivo fueran materias básica, por supuesto, pero acaso importó, sobre todo, cierta capacidad para presentar algunos tipos concretos de mujer italiana. Así, apareció Yvoine Sanson idónea para ser “cocotte” obligada por las circunstancias, Sofia Loren, como la representante del desparpajo urbano; Allassio para aparentar juventud a punto de cumplir la mayoría de edad en capacidades eróticas.
Las maggiorate fueron en resumen, un personaje completamente popular, y auténticamente realista y es posible que hubiera aparecido al margen de las manipulaciones de producción. En aquel movimiento deliciosamente carnal importó lo que el pueblo italiano quiso ver representado o lo que imaginó ver. Fue el medio que sirvió de trampolín a algunas de las carreras más espectaculares del cine Europeo. Cuándo las Maggiorate mas importantes se fueron a Hollywood, el cine italiano cambio de rostro, pero nunca volvió a ser tan bello y vivo como antes.
Y quizás sea esta una de las grande aportaciones del cine italiano al cien no solo Estadounidense, pero si es en este, donde mas fuerte hace mella el modelo de mujer mediterránea.
En los neutros años 50 la invasión de la carne en el cine se hizo notar fuertemente, quizás por la escasez de la misma en las décadas anteriores, sobre todo en ese llamado Neorrealismo. Triunfa sobre todo ese tipo de “Maggiorate” que impone en el mundo la leyenda italiana estupenda.
La Leyenda Italiana.
Desde luego, nadie puede negar el titulo de señoras incondicionales de la filmografía italiana a Sofia Loren, Silvana Mangano o Gina Lollobrigida, para citar a alas tres famosas. Ademas de muchas otras como: Silvana Pampini, Yvone Sanson, Giana Maria Canale, Giovanna Ralli y un largo etcétera.
Todos los gustos aparecen representados, y sobre todo bustos exuberantes, casi comparables a las soberbias matronas de Rubens.
Y algunos años después, Fellini aprovecharía el arquetipo exagerándolo todavía más en algunas de sus fantasías más delirantes (en Amacord y ocho y medio)
No es casual que el mismo director bautizase con un sonoro superlativo - Anitonia- a una de sus musas preferidas: Anita Eckberg. Con ella, el hielo sueco se derritió en la hoguera que incendiaran años antes las “maggiorate” italianas.
Pero los casos señalados dan ya en los años 60 y dentro de las obsesiones de un autor concreto. En cambio, el triunfo de las primeras “maggiorate” se produce en un cine eminentemente popular, sin pretensiones y, en alguna ocasión, incluso mediocre. Es la etapa anterior (El neorrealismo crítico) y muy a menudo, denostada por las minorías. No importa. Desde sus vehículos populacheros, gritones, tributarios de una gestualidad tan desmesurada como su físico, las “maggiorate” ganaron fácilmente el corazón del pueblo.
Nunca se les exigió que fueran grandes actrices, aunque alguna como la Loren, se empeñó en demostrar que lo era. Era bastante que estas señoras mostraran en las comedias costumbristas, frescura y espontaneidad y desgarro para el melodrama. Como fue el caso de Yvone Sanson, reina de las historias lacrimógenas.
Faltas de una tradición dramática acredita, las macizas se limitaron a recoger una herencia cercana, que ya había demostrado con creces su eficacia sobre el público; La Anna Magnani. Ella había llevado al cine, ya dramático, ya cómico, el genio incomparable de las calles de Roma. Otras ciudades pusieron tener su representación y, para conseguirlo, impusieron una forma completamente ajena al todo poderoso Glamour de Hollywood.
El secreto de las “Magioratte”
Triunfaron una serie de chicas jóvenes que resultaban muy cercanas a muchos y muy lejanos a otros, chicas del vecindario, explosivas y preciosas; dentro de las ruinas del neorrealismo triunfo lo sexy de lo cotidiano y el sex-appeal de lo local, lo conocido, y si le añadimos el cultivo intencionado de las variantes dialectales de toda Italia, comprendemos esto que ocurrió en el país con forma de bota.
Es incalculable pensar cuanta paginas se escribieron a cerca de estas diosas del cine italiano. Todas sus biografías fueron debidamente desfiguradas, hasta el punto de esconder un pasado muy poco “académico”.
Casi todas las “maggiorate” empezaron por dos experiencias muy concretas y bien definitorias ambas de la educación sentimental de la Italia de aquellos años de posguerra; la Fotonovela y los concursos de belleza.
Aquí nos encontramos en el polo opuesto de la mitificación de Hollywood, al igual que España, Italia salida de la guerra se encontró literalmente cometida a un nuevo ataque: El de las películas americanas que el bloqueo había impedido estrenar durante algunos años. Los grandes nombres de Hollywood en modelos a imitar.
En una novela tan innegablemente neorrealista como fue “le ragazze di San Frediando” de Prastolini, los dos pillos de aquel barrio Florentino se apodan Bob y Tyrone, por su parecido a Robert Taylor y Tyrone Power, respectivamente.
Y también en una de las escenas más célebres de “El ladrón de bicicletas” el protagonista está pegando un enorme cartel publicitario de “Gilda” cuando le roban su preciado vehículo. Aunque estos no son los únicos casos en que los autores italianos utilizan tales fetiches como mitificación de su propia historia. Y no es tampoco la única nostalgia del “american way of life” que nos trasmite el neorrealismo.
En los sueños de sus protagonistas femeninas descubrimos a menudo el impacto que la americanización causaría en una posguerra mas bien tétrica, una posguerra que encuentra su reflejo en los aspavientos de la impar Ave Ninchi, obesa madre de familia que va revelando su tremenda humanidad mientras llena de “pasta asciuta” los platos de su numerosa y gritona prole. La formula, por tanto, prospera y llega a tener incluso imitadores yanquis, pero, la potente industria de Hollywood, al intentar disculpar sus oropeles con un realismo poco real, solo tomo las apariencias superficiales de un cierto neorrealismo mal aprendido.
La Fotonovela.
El consumo Italiano también estaba marcado por aquella versión subdesarrollada del romanticismo yanqui que fueron las Fotonovelas.
El triunfo de la imagen, en una Italia empobrecida, adquiere máximo grado de canalización en aquel medio, fuente de lo “kitsch” mas acreditado y bello, que iba creando en el público lector una habitualidad y una complicidad tan poderosas como las del cine. Era lógico que los rostros que destacaban en aquellos subproductos se convirtieran rápidamente en un objeto de mitificación.
Sin embargo, fue un fenómeno casi exclusivo de la sociedad italiana. De hecho, en España ocurrió a la inversa; actores de fotonovela no fueron solicitados, antes bien, rechazados, cuándo se decidieran a emprender una carrera teatral o cinematográfica minimamente seria.
Hoy día el titulo de miss no implica la seguridad de un contrato cinematográfico, tal vez si uno televisivo, pero en los últimos años 40, el concurso de belleza podía ser, como la fotonovela, el trampolín de lanzamiento para cualquier jovencita que pudiera presumir de buen palmito. Esto fomenta el cine y el exhibicionismo físico.
El Estilo de la “maggiorate”
El estilo tiene mucho que ver con el barroco, pero falta el grado de ficción necesario para que esta pueda llegar a realizarse como hacia Hollywood una Mae West.
En este aspecto la Maggiorate Italiana peca de pretender en todo momento un contacto con la realidad, contacto que he perdido de antemano al elegirse un objeto erótico superior.
La falsa complicidad que de todo ello se deriva es tanto mas curiosa cuando se piensa en las diferencias físicas, que van de la Sofia Loren en “La Pizzaiola” a Gina Lollobrigida en “Bersagliera”, se establecen no solo aquellas diferencias radicales que las distinguen a las dos, sino que se hacen extensibles a todas las divas Italianas de los años cincuenta de modo que el termino maggiorate índice a equivoco cuando se aplica a Giovanna Ralli de “ cuentos de Roma” y al mismo tiempo, a la maravillosa pero inclasificable Lucia Bosé en “Roma ora undeci”
Para concluir, habría que decir que las Maggiorate necesitan la opulencia, y las numerosas variantes del mismo, no fue solo un medio que utilizaron algunas para consagrarse con la mayor rapidez posible.
El movimiento fue bautizado en bloque por imperativos más bien comercial eso de inspiración popular. Fue la sustitulación italiana del concepto americano “super- stud” o del Español “jamona”. Perolas señoras tan dispares como Gina, Sofia, Gianna, Maria Canale, Yvone Sanson, o en las nuevas promociones, Claudia Cardinal, Rossana Schiaffino, Graziella Granata… hacen pensar que la exigencia primordial de la maggiorate fue caracterológica antes que física.
El atractivo y cierto erotismo explosivo fueran materias básica, por supuesto, pero acaso importó, sobre todo, cierta capacidad para presentar algunos tipos concretos de mujer italiana. Así, apareció Yvoine Sanson idónea para ser “cocotte” obligada por las circunstancias, Sofia Loren, como la representante del desparpajo urbano; Allassio para aparentar juventud a punto de cumplir la mayoría de edad en capacidades eróticas.
Las maggiorate fueron en resumen, un personaje completamente popular, y auténticamente realista y es posible que hubiera aparecido al margen de las manipulaciones de producción. En aquel movimiento deliciosamente carnal importó lo que el pueblo italiano quiso ver representado o lo que imaginó ver. Fue el medio que sirvió de trampolín a algunas de las carreras más espectaculares del cine Europeo. Cuándo las Maggiorate mas importantes se fueron a Hollywood, el cine italiano cambio de rostro, pero nunca volvió a ser tan bello y vivo como antes.
Isabel Rollan
Hª del cine
Universidad de sevilla.
2006
*Algunos fragmentos han sido tomados de la Historia del Cine de Terenci Moix.
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